A veces pensamos que un emprendedor es exitoso porque ha logrado entrar en un mercado, o incluso crearlo, con una buena idea, un buen producto o una especial calidad de un servicio. Y desde luego eso es un éxito, pero no es el mayor éxito que puede lograr.
Si el emprendedor quiere ganarse además el dignísimo título de “empresario”, tiene que consolidar su empresa. Tiene que darle estabilidad. Tiene que lograr que su empresa “siempre tenga futuro”, y no sólo un rabioso presente exitoso.
Es el momento de reflexionar sobre gobernanza, porque una empresa consolidada no puede existir sólo a base de la inspiración de una persona, porque esa persona puede caer, enfermar, distraerse, desilusionarse… o simplemente empezar a cometer errores.
Por ello hay que darle a la empresa vida propia, lo cual se consigue con una buena gobernanza. Hay que empezar a pensar que una empresa está formada por muchos sujetos y grupos de interés: el empresario, los socios, la familia de éstos, el equipo directivo, los trabajadores, los proveedores, los clientes, los financiadores, los consumidores finales o indirectos… y también la administración pública, el medio ambiente, la comunidad donde se desarrolla.
Ello nos lleva a las mejores prácticas de gobierno corporativo: la creación de canales de comunicación con los grupos de interés o “stakeholders”, la planificación de la gestión de riesgos, la estructuración de las relaciones con socios minoritarios, el protocolo familiar, la definición de la separación de funciones entre administración y dirección de la empresa, el planteamiento de la responsabilidad social corporativa.
Y en el momento actual es mas necesario hacerlo que nunca.
En el horizonte se vislumbra la duda sobre si estamos ante una mera ralentización del crecimiento o si puede provocarse una recesión. Pero hay algo sobre lo que no cabe duda alguna, los velocísimos cambios tecnológicos van a provocar un cambio drástico de los mercados y eso puede arrastrar a la desaparición muchos puestos de trabajo y, también, muchas empresas. Por ello, de todo lo que mencionábamos antes hay que hacer una especial incidencia en la planificación de la gestión de riesgos.Es necesario dedicar medios y tiempo a pensar en riesgos financieros, en riesgos de mercado, en riesgos de producto, en riesgos normativos, en riesgos estructurales, en riesgos reputacionales, en riesgos medioambientales… Preparar un buen mapa de riesgos que ponga negro sobre blanco aquellos eventos que pueden afectar a la empresa en el corto, en el medio y en el largo plazo. Efectuar una buena y experta reflexión sobre la profundidad y la probabilidad de cada uno de esos riesgos. Definir las mejores medidas preventivas y las medidas sanativas que se tienen al alcance. Y establecer un protocolo de crisis para cuando los riesgos se manifiesten.
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