No se puede jugar con las cosas de comer. He optado por poner en el título el término “sobrinos” y no el de “hijos” porque me hubiera parecido una falta de respeto al admirado genio catalán. Y utilizo el término “bastardo” no en el sentido del “nacido fuera del matrimonio”, sino en el de aquello que “degenera de su origen o naturaleza”.
Dalí fue el genio del surrealismo, mientras que estos politiquillos independentistas han demostrado ser bastardamente surrealistas, a más no poder. Pero, por desgracia, lo han hecho detentando el poder y movilizando un importantísimo número de votos en Cataluña y dilapidando la riqueza de esta magnífica región española que es Cataluña.
Es surrealista todo aquello que vemos en “You Tube” y leemos en tantos medios y redes sociales sobre la deformación de la historia hasta la paranoia para conformar una justificación irreal de una identidad forzadamente excluyente. La identidad catalana es lo suficientemente rica (como la castellana, la valenciana, la vasca…) para no necesitar de esto. Pero claro, sólo así deformando la historia se le podía dar a la rica identidad catalana el adjetivo victimista de “reprimida” por España, pues la identidad catalana auténtica es intrínsecamente española porque España es necesariamente con Cataluña.
Es surrealista leer esos discursos en los que los radicales nacionalistas hablan de la pureza del catalán, de la inferioridad del andaluz o el castellano, de la superioridad intelectual, etc…
Es surrealista el adoctrinamiento en las escuelas, donde todo se altera para manipular a los niños catalanes con la finalidad de crearles una ansiedad nacionalista sólo comparable a la que Hitler desarrolló en Alemania o a la que los yihaidistas usan para crear niños bomba.
Es surrealista el texto de la ley de transitoriedad de 8 de septiembre, que pretendiendo ser ley se aprueba dentro de un marco autonómico, infringiendo todos los límites, y arrollando con las normas del Estatuto de autonomía impidiendo a los grupos parlamentarios su debate y enmienda.
Es surrealista la celebración del simulacro de referéndum del 1-O, jugando al escondite de las urnas, llevando éstas llenas de papeletas, votando ante las cámaras de forma indiscriminada y sin control ni de identidad de votantes ni de cantidad de papeletas depositadas.
Es surrealista la utilización de niños para proteger los supuestos colegios electorales. Y más surrealista la utilización de fotos de heridos de manifestaciones antiguas para así crear una opinión pública de victimismo absolutamente infundado.
Es surrealista la primera proclamación-no-proclamación de la independencia mediante una propuesta que, en primer lugar, conculcaba el procedimiento establecido en su propia e ilegítima ley de transitoriedad, pero en el que además, el discurso de Puigdemont ni se somete a votación del propio Parlament (ni su aprobación ni su suspensión) arrogándole por tanto al entonces “President” las facultades del Parlament de aprobar la propuesta o de suspenderla.
Es surrealista la inmediata fuga de empresas, entre ellas algunas que habían estado subvencionando a manos llenas el “procés”.
Es surrealista las inmediatas declaraciones de los independentistas diciendo que les daba igual que se fuesen las empresas y se perdiesen puestos de trabajo.
Es surrealista la continua pretensión de homologación en Europa cuando constantemente se les advertía desde los distintos gobiernos europeos el pleno respeto a la unidad de España y a la Constitución Española.
Es surrealista la reunión de proclamación de la DUI en la que los propios “libertadores” del supuestamente “oprimido pueblo catalán” escondieron su voto pues sabían que no se podían salir de España y no estaban dispuestos a dar la cara por su pueblo y su independencia.
Es surrealista la inmediata fuga a Bélgica para intentar vete tú a saber qué forma de protección a los delitos cometidos con tanta villanía.
Es surrealista también la inmediata aceptación por todos los partidos independentistas de la convocatoria de elecciones para el 21-D.
En fin, estoy perplejo de tanto surrealismo. Ojalá sea esto un episodio pasajero, una estupidez concienzudamente montada, pero estupidez al cabo. No cabe entender el nacionalismo en la Europa del siglo XXI. Ningún gobierno europeo tiene hoy el poder que tuvieron los gobiernos nacionales del siglo XX. La Europa común nos está uniendo en un complejo entramado de normas que dejan muy poco a la libertad de cada Estado, para bien de la libertad de toda la ciudadanía europea. Los ciudadanos europeos se mueven por todo el espacio europeo trabajando en cualquier parte, cambiando de residencia con facilidad y generando una interconvivencia que hace absurdo cualquier posicionamiento excluyente, racista y radical, como lo son todos los nacionalismos.
El daño que todo este surrealismo ha hecho a la economía catalana es muy grave. Es necesario dejarse de pamplinas nacionalistas y ponerse a trabajar en crear riqueza y puestos de trabajo. Cuando los políticos crean necesidades superfluas, como es la costumbre de todos los nacionalistas, sólo logran apartar los esfuerzos de la sociedad y de las administraciones públicas de aquello en lo que deberían centrarse, la facilitación de oportunidades para la creación de riqueza y crecimiento, la creación de puestos de trabajo y el desarrollo de una formación universal y universalista que huya del pacato nacionalismo.
Esperemos que los sobrinos bastardos de Dalí (dicho sea con todos los respetos a Dalí) no sigan controlando las instituciones tras el 21-D.
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