Por muchos planes de gestión de crisis que se hayan hecho, esto que está pasando desborda todas las previsiones. No creo que nadie hubiera imaginado el mundo paralizado y encerrado mayoritariamente en sus casas. Ha circulado el discurso de Bill Gates avisando en 2015 de que probablemente el mundo tendría su mayor crisis futura en una pandemia. Pero no imaginábamos el alcance que podría tener la realidad si esto se producía.
En este momento la incertidumbre continúa. No tenemos ninguna certeza acerca del tiempo en que será necesario mantener estas medidas. No tenemos ninguna certeza sobre cuánto tiempo será necesario para tener disponible el remedio sanitario contra el virus. No tenemos ninguna certeza sobre cuántas empresas no soportarán el parón aun con ayudas públicas. No tenemos ninguna certeza sobre el número de personas que se encontrarán sin trabajo tras la crisis. No tenemos ninguna certeza sobre en qué momento puede empezar a producirse desabastecimiento en algún país o región. No tenemos ninguna certeza sobre en qué momento esta situación puede generar las primeras revueltas en alguna parte del mundo, ni sobre el efecto contagio que eso podría provocar. No tenemos ninguna certeza sobre el riesgo de que algún dictador, de los que todavía hay por el mundo, acabe creando en su país barrios aislados de infectados, con las terribles consecuencias humanitarias que eso podría producir.
Pero aun sin certezas es necesario gestionar la crisis para gestionar la salida de la misma. Tras el encierro nos enfrentaremos a un nuevo mundo en el que se producirá necesariamente una demanda creciente de productos y servicios. Eso puede ser un mundo de oportunidades. Habrá quienes estén mejor preparados que otros y, por tanto, un alto riesgo de incremento de las desigualdades. Pero con una globalización dañada en una parte de sus estructuras, puede ser una oportunidad para el negocio de proximidad. Tengamos en cuenta que no será una salida “en tromba”. Habrá países que salgan primero y otros que tarden más en salir, lo que supondrá que, con muchas fronteras cerradas, el proveedor local tenga su oportunidad. Habrá también grandes multinacionales que aprovechen la integración vertical de sus negocios para llegar a todas partes antes que nadie.
En un artículo como éste es imposible efectuar el diagnóstico certero del cómo saldremos y del qué deberemos hacer. Pero es un buen momento para aplicar una de las recetas del buen gobierno corporativo: gestionemos los riesgos. Cada empresario, desde su casa, mediante videoconferencia junto con sus equipos directivos y sus asesores de confianza, debería empezar a acometer su análisis de riesgos. No sólo del riesgo real que ahora está sufriendo, sino de los riesgos para el día después. Los pasos a dar son los siguientes:
1.- Un debate sereno y contrastado en el que se efectúe un inventario de los posibles riesgos a los que se va a enfrentar la empresa el día después: Un inventario detallado de riesgos financieros, operacionales, de suministro, de mercado, de producto, laborales, etc…
2.- Una evaluación de todos y cada uno de esos riesgos bajo dos tipos de mediciones:
a. La intensidad con que cada riesgo puede afectar a la empresa.
b. La probabilidad de que ese riesgo se produzca.
Esta evaluación nos permitirá centrar los esfuerzos en aquellos riesgos más probables y de mayor impacto en la empresa.
3.- Finalmente un análisis del modo más adecuado de afrontar esos riesgos, mediante una de las tres técnicas de gestión de riesgo:
a. Asunción del riesgo contra el propio balance y actividad. Esto es, determinar qué riesgos estamos dispuestos a asumir porque nuestro balance y nuestra cuenta de resultados nos permitirá soportarlos e impactarlos si se llegan a producir, por lo que no resulta interesante o conveniente distraer esfuerzos de gasto en ellos.
b. Trasladar el riesgo a un tercero. Ver qué riesgos son asegurables y podemos contratar los seguros oportunos, o bien, se corresponden con actividades que resulte preferible externalizar para no concentrar su riesgo en nuestra empresa.
c. Gestión de la minoración o prevención del riesgo. Determinar qué medidas podemos acometer que sirvan para minorar el riesgo o prevenir sus consecuencias.
El parón debe tomarse como una oportunidad de gestión, y éste es un momento para gestionar, para estar preparados para lo que venga después.
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